Los primeros pobladores debieron encontrarse con un lugar en el que ya existía un castillo arruinado, eso es al menos lo que afirman algunos de los estudiosos de la toponimia con respecto al nombre del municipio de Castromocho.
Por todas las partes que uno se acerque le reciben los palomares, fortines de adobe y tapial donde encuentran refugio bandos de palomas, pocas o casi ninguna si las comparamos con las que los poblaron.
Cuando se callejea se intuye que fue un pueblo de los que se denominaban ricos, con dos harineras. El carácter sobrio y bien estructurado de las fachadas de sus casas, junto con la amplitud de las calles principales que conforman su caserío recuerdan que por ellas se transitaba con carros de varas o violín tiradas por mulas en los que llegaba el trigo que venía a molerse a sus fábricas de harinas, y donde hacían parada y fonda las reatas arrieras que subían o bajaban de la Montaña Leonesa. También discurre el Ramal de Campos del conocido Canal de Castilla.
De todo ello aún podemos ver algún vestigio en la fábrica La Harinera de Campos Los Ángeles, cuyo edificio se localiza al otro lado del río Valdeginate.
Castromocho no anda escasa de otros bienes que mostrar. Tiene dos templos dedicados a sus respectivos patrones. Por un lado, la iglesia de San Estaban, de torres gemelas edificada en el siglo XVI en la que descollan sus dos portadas renacentistas y el artesonado de la sacristía.
La otra iglesia, la de Santa María, nos mostrará su antigua torre de cinco cuerpos decrecientes, que se rematan con un chapitel con tejas vidriadas y a la que se une su portada plateresca, que se protege con un artesonado mudéjar, necesitado de restauración. El interior guarda la imagen de la Reina de los Ángeles, patrona del pueblo, obra de una de las pocas escultoras barrocas conocida por estas tierras, la riosecana Luisa Ignacia Roldán, llamada 'la Roldana'.
El Norte de Castilla, 21 julio 2020
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