Florencio, Angelines y Antonio viven dedicados al campo. En
su caso, la agricultura es una pasión compartida en familia. “Hoy hago 65 años y no pienso jubilarme porque esto me gusta mucho”, dice Florencio.
La familia Caballero Clérigo nos recibe en su casa, en
Castromocho (Palencia), para compartir con nosotros su día a día en el campo. La
vida de Florencio y Angelines es una historia de amor ligada al campo. Juntos
formaron una familia y hablan orgullosos de sus tres hijos. Pero solo el más
pequeño de los tres, Antonio, ha querido seguir trabajando junto a ellos en el
campo. En la actualidad, cultivan más de 500 hectáreas en cinco términos
municipales de la zona. Los cultivos que la familia tiene son en su mayoría
maíz, girasol, alfalfa, trigo, cebada... Su pueblo de toda la vida,
Castromocho, tiene menos de 200 habitantes censados de los que solo 8 se
dedican a la agricultura, cuando hace años eran casi 40. Ellos se sienten muy
unidos al pueblo, Florencio es el Alcalde y Angelines la Juez de Paz.
Florencio cumple 65 años y no piensa en jubilarse porque la
agricultura le gusta y mucho. Afirma que todos los inicios son difíciles, que
en su familia empezaron con 7 u 8 mulas y alguna hectárea y fueron creciendo poco
a poco. Reconoce también que en los jó- venes está el futuro, pero que empezar
sin nada es prácticamente imposible. “Arreglar o comprar un tractor es mucho
más caro que antes y los precios de la agricultura prácticamente se han
mantenido”, señala Florencio. Angelines, por su parte, recuerda como desde
pequeña sus padres le inculcaron las costumbres de la labranza en el campo y
que, a día de hoy, le siguen apasionando tanto como el primer día. Ella es la
única de tres hermanas que quiso continuar con la herencia familiar y, aunque
actualmente se dedica a la agricultura, cuenta que en su familia han sido
también ganaderos y cómo disfrutaba cuidando de los animales. Lamenta no poder
seguir desarrollando esa labor, pero le gusta mucho lo que hace y el poder
compartir su profesión con su familia. Sonríe recordando sus momentos con su
padre ayudándole en las labores del campo. “Yo soy muy feliz dedicando mi día a
día al campo” afirma Angelines.
Antonio desde joven ayudaba a sus padres en el campo, aunque
antes de dedicarse a la agricultura probó a trabajar por cuenta ajena en varias
empresas. Florencio comenta entre risas: “Yo decía, cuándo se dará cuenta mi
hijo de que la comodidad y la paz la tiene aquí y deja de ir a buscarla todos
los días”. Florencio y Angelines recuerdan cómo gracias a los avances
tecnológicos en agricultura todo es mucho más fácil y cómodo ahora. Antonio nos
cuenta que desde hace 10 años se dedica profesionalmente a la agricultura y
desde el principio es socio de Agropal. Además, recoge alfalfa para la
cooperativa. “En Agropal, el socio siempre tiene prioridad ante cualquier
servicio” señala Antonio.
El matrimonio lleva más de 20 años como socios en Agropal y
nos cuentan que cuando se hizo el almacén de Agropal de Castromocho le facilitó
muchísimo su labor. El poder llevar la cosecha y acudir allí siempre que
necesitan algún tipo de suministro lo valoran mucho. “Los jóvenes son ahora el
futuro igual que lo fui yo”, señala Florencio. Su generación vivió el paso del
empleo de animales en la labranza así como los primeros y rudimentarios
tractores. Cuenta divertido cómo él ayudaba a su padre con el tractor pues al
principio le decía “so” para pararlo y acababan en el arroyo. Paradojas de la
vida, ahora es él al que su hijo le enseña a programar un moderno tractor con
GPS incorporado. Recuerda Florencio que Agropal ha evolucionado mucho, estando
siempre muy pendiente de los últimos avances y los ha puesto en práctica. De
este modo, ha crecido la cooperativa y se ha buscado siempre el máximo
beneficio para todos los socios. “Agropal te da un servicio y te lo da en el
pueblo”, afirma Florencio. Entre los nuevos servicios que la familia está
usando, se muestran muy satisfechos con los seguros con muy buenas coberturas y
facilidad de pago.
Una familia que transmite profesionalidad y pasión por el
campo, y dejan claro cómo van a continuar con esta profesión hasta que “el
cuerpo aguante” pues les gusta y no se imaginan haciendo otra cosa que no sea
estar en contacto con la tierra y su pueblo.
Agropal, nº 140, pp. 28-29, abril, 2016.