27 de junio de 2010

María Ascensión Calleja, de 45 años, enseña desde hace cinco las dos iglesias del pueblo a los visitantes.

Una de las cosas que primero llama la atención a un turista al acercase a cualquier pueblo de nuestra provincia es la majestuosidad de sus iglesias. Grandes torres, espléndidos campanarios, unos bonitos artesonados al acercarse y una altura que hace preguntarse al viajero cómo consiguieron levantarlas. Si ya de por sí, una iglesia llama la atención, imagínense si el pueblo visitado alberga dos grandes templos, como ocurre en Castromocho. La iglesia de San Esteban y la de Santa María cuentan con tanta historia que ser la encargada de su apertura y cuidado es para Maria Ascensión Calleja, de 45 años, un auténtico privilegio.

Hace más o menos cinco años que las llaves de los dos templos recayeron en las manos de Mari tras marcharse a vivir a Palencia la persona que hasta entonces se había encargado de ello. «Me lo propusieron y no puse ninguna pega, porque ahora que mis hijos son ya mayores y tengo algo más de tiempo libre», dice. Desde que era niña, Mari siempre ha acudido a misa los domingos, en fiestas y demás celebraciones, así que no es de extrañar que conozca a la perfección cada uno de los recovecos de los templos.

Nuevos descubrimientos

Cuando abre a las visitas la iglesia de Santa María, mientras espera a que llegue algún turista, Mari pasea por su interior observando las imágenes y descubriendo aspectos desconocidos. «Muchas veces me quedo observando todos los detalles, y la verdad que sí que ha habido veces que he descubierto algo que yo hasta el momento desconocía», explica. Cuando llegan los turistas, Mari les cuenta esos secretos, que hace unos minutos dejaron de estar ocultos.
Lo peor que lleva es entrar a las iglesias de noche cuando se ha quedado alguna luz encendida. «Me llaman las vecinas porque yo desde mi casa no veo si están las luces encendidas, pero por el otro lado de la iglesia de San Esteban sí se ve», dice. Para evitar las llamadas, Mari comprueba cada vez que cierra a través de un agujero ubicado en el atrio si hay alguna bombilla iluminada. «Cuando éramos niños veíamos por este agujerito si la misa estaba terminando o qué era lo que estaba pasando», apunta.

Distintas funciones

Son dos iglesias distintas no sólo en sus formas, sino también en los actos que en ellas se organizan. «La iglesia de San Esteban, por ejemplo, se usa más para las celebraciones de misas, bautizos, comuniones y demás, mientras que el otro templo, yo le llamo el de las cofradías, porque es allí donde se celebran los cultos de las fiestas», explica. Y no hay más que darse una vuelta por el interior de ambas para darse cuenta de que en la de Santa María están albergadas todas las imágenes de las hermandades de Castromocho.

Una de las más llamativas es la imagen de la Reina de los Ángeles. «Cada año, los miembros de la cofradía la cambian de vestido. Los tienen de todos los colores», explica Mari, que tras un recorrido por el interior de la iglesia de Santa María me va explicando cada una de las figuras y qué tradiciones tienen sus fiestas. Por ejemplo, al rostro de San Antón, el día antes de su celebración, se le baña con vino. Tradiciones que todavía hoy siguen conservándose.


Sin columnas

Lo que llama la atención de la iglesia de San Esteban es que no cuenta con retablo como el resto de las iglesias que todos conocemos. «Es quizás lo que más llama la atención de los turistas que se acercan aquí, eso y que no tiene columnas», dice. Este templo es el que más le gusta a Mari de los dos por varios motivos: aquí fue bautizada, hizo la primera comunión, se casó, bautizó a sus dos hijos y la tiene, además, enfrente de su casa.
Ella se las conoce a la perfección, aunque seguro que todavía la quedan muchos secretos por descubrir. «Lo que espero es que la gente venga más a conocerlas, porque la verdad que son dignas de ver», concluye.

Norte de Castilla, 26 junio 2010

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