"Determinadas parejas se quedan porque no les hace falta emigrar para obtener alimentos", explica Zumalacárregui, del Grupo Ibérico de Anillamiento.
Es habitual, ha pasado en estos últimos años, que la cigüeña que emigra para pasar el invierno hacia el sur regrese a su tierra de origen antes de San Blas, que es fecha, como dice el refrán, para ver a este ave en los lugares de los que desaparece durante los meses de más frío y menos alimento.Salamanca es una de esas provincias donde ya se comienza a ver el regreso de la cigüeña blanca, como la que ocupa habitualmente la iglesia de San Martín, cerca de la Plaza Mayor, en pleno centro de la ciudad, aunque la proliferación de fuentes de alimento provoca que ya apenas emigre. Ese es el caso de otras provincias del oeste, además de Salamanca, caso de Zamora, Cáceres y Badajoz, donde se concentra el mayor número de colonias, junto con Palencia, donde es posible ver a «trescientos y cuatrocientos ejemplares durante todo el invierno», según explica a Efe Carlos Zumalacárregui, del Grupo Ibérico de Anillamiento.
«Lo achacamos a la existencia de vertederos abiertos, que sí los hay en la mayoría de las zonas que ocupa en el oeste España. Determinadas parejas se quedan porque no les hace falta emigrar para obtener alimentos», algo que no ocurre en lugares como Palencia, donde además habitan en la Laguna de La Nava, explica el naturalista.
«En León, todas las cigüeñas son migratorias. No hay alimento que puedan aprovechar durante el invierno. Otras, como en Salamanca, Zamora o Palencia, tienen un referente donde poder quedarse para criar», asegura Zumalacárregui.
Pero las aves que se ven obligadas a emigrar para obtener ese alimento en la época de invierno ya no vuelan tan lejos. El sur del desierto del Sahara era, hace tiempo, su destino, aunque ahora la mayoría no llega a cruzar el Estrecho de Gibraltar, y se quedan durante una temporada en marismas o vertederos de provincias de la Comunidad de Andalucía, como Huelva o Cádiz.
Sin embargo, en España, el «bastión» de las cigüeñas sigue siendo Extremadura, junto con las zonas húmedas de Castilla La Mancha y los puntos más al sur de la mitad occidental de Castilla y León, donde se ven los «núcleos principales de esta especie a nivel nacional», ha detallado el experto del Grupo Ibérico de Anillamiento. «Pueden criar en Extremadura y pasar el invierno en Doñana, que les queda a unos 300 kilómetros. En La Mancha tienen recursos propios en esos humedales y vertederos y hay parejas que pasan allí todo el año. Pero desde León, por ejemplo, también viajan al sur», explica. Zumalacárregui controla los movimientos de estas aves a través del seguimiento que se realiza de ellas mediante sistemas GPS que transportan las propias cigüeñas.
En León, hay tres ejemplares geolocalizados y, a nivel de toda España, son entorno a una veintena de individuos a quienes se les realizan seguimientos para comprobar sus desplazamientos y determinas sus hábitos migratorios.
Tendencia a la baja
Sin embargo, desde hace años, no se realiza un censo sobre la población española de cigüeñas, por lo que es «muy complicado» determinar ni siquiera un número aproximado aunque, según el naturalista, la tendencia es a que vayan «un poco hacia abajo en número, pero no en números alarmantes».
«En principio, no hay visos de hacer un nuevo censo. Se hace cada diez años para evaluar las poblaciones y el último ya no se hizo por falta de recursos. Realizamos pequeños seguimientos por sectores, como por ejemplo en León, y hemos observado esa tendencia a la baja», señala. Además, ahora que se concentran en esos lugares de la geografía nacional tanto las cigüeñas que emigran como las que permanecen todo el invierno en su lugar de origen, estas aves suelen protagonizar algún episodio que trae de cabeza a algunas pequeñas localidades, ya que anidan en lugares que pueden generar daños.
Días atrás, en el pueblo de Murias de Rechivaldo, una población con apenas un centenar de habitantes, en el municipio leonés de Astorga, retiró de la torre de su iglesia el nido que había creado una pareja de cigüeñas, según la prensa local.
Carlos Zumalacárregui tiene claro que hay «miles de alternativas» para este tipo de casos, como ocurrió hace unos años en la iglesia de la localidad de Castromocho, en Palencia, donde el Ayuntamiento instaló sobre el tejado del templo una malla electrificada para evitar la presencia de «cuarenta parejas».
El Norte de Castilla, 18 Enero 2016.